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Cine y Jazz

Banda sonora con jazz

Alfie: memorias de un seductor

Alfie: memorias de un seductor

La primera vez que vi a Alfie fue hace dos o tres  años. No me disgustó cómo lo hacía Jude Law. Es más, me pareció que la película se salvaba gracias a cómo lo hacía Jude Law. El caso es que he visto después el Alfie de 1966. Y no me voy a poner a comparar. Porque Michael Caine es Michael Caine. ¿He dicho porque hablo aquí del Alfie del 66? En el Alfie del 66 hay un señor que compuso la música que suena a intervalos amorosos de Michael Caine. La banda sonora fue muy reputada en la época, el tema es pegadizo y lo compuso la inspiración de Sonny Rollins. El saxo tenor de Rollins es de los pocos estandartes vivos que quedan de aquellos maravillosos años.

Las mujeres: todo un mundo

Toda una filosofía impregna la vida de Alfie. Para dejárnoslo más claro, Michael Caine, a la sazón, Alfie, se dirige de continuo a la cámara para explicarle al espectador el por qué de sus acciones, el por qué de sus amoríos, el por qué de las mujeres. Alfie tiene el irremediable don de enamorarlas a cada vuelta de esquina del Londres de la época sixties. Ya sean con anillo o sin anillo, de alta alcurnia o de pie de autopista, Alfie encuentra irresistible poder averiguar en primera persona  cómo piensan las mujeres. Ni siquiera un contratiempo en forma de seria afección en los pulmones le supone obstáculo de importancia para sus cometidos: en la clínica de reposo conocerá al marido de otra de sus conquistas.

A la alta alcurnia pertenece el personaje de Shelley Winters, señora que iba entrando ya en carnes por aquellos años y que sucumbe obviamente a los encantos de sir Michael Caine. Me parece que en la de hace dos o tres años este personaje lo hace Susan Sarandon un poco más desarrollado en la trama. Quizá tendrían que haberle dado más cancha a Shelley Winters y todas sus dotes.

La huella de un actor

¿He dicho que Michael Caine está genial? Me viene a la memoria La huella de Manckiewicz. Cuando quiero referirme al protagonista rubio de Frenesí de Hitchcock, siempre digo: ese actor rubio que se parece a Michael Caine. Parece casi un insulto la superioridad de los actores que son tan buenos como es Michael Caine. Hasta parece que han hecho películas que han hecho los demás.

Me gusta que no haya moralina, por lo menos no tanto como la moralina que trae consigo lo políticamente correcto del Alfie de Jude Law. Aquí hay un aborto y punto (fugaz y genial escena con Denholm Elliot) Hay un perro que abre y cierra la película que confirma aquello del mejor amigo del hombre, pero no digo más.

Jazz in London Town

Hacía tiempo que sabía que la banda sonora era de Sonny Rollins. Hay una canción de Burt Bacharach, pero, aunque a Bacharach le han versionado mucho en el jazz,  yo voy a hablar de jazz. Hay una guitarra que suena en el grupo de Rollins. Ese Kenny Burrell. Phil Woods estaba también por la banda. Si queréis oír la banda sonora, oídla, porque se puede escuchar independiente de la película. El tema leit motiv de Alfie aparece y desaparece. Es un riff de los que no se te olvida. La leyenda famosa de Rollins bajo del puente de Williamsburg aquí podría ser la de Rollins bajo la Torre de Londres, a orillas del Támesis.

Hay cosas que pueden contarse de manera elegante, con estilo. Qué mejor que Michael Caine sea el elegido. Ya si te mira directamente a los ojos, todo lo que te cuente Alfie te lo tienes que creer. A pies juntillas. Te lo dice alguien que sabe jugarse los cuartos.

Blow-up: cultura pop

Blow-up: cultura pop

Pues a mi Blow-up me gusta. Ya sé que, de entrada, hay gente que no soporta a Antonioni. Hay gente  que incluso abomina de la etapa post-Italia de Antonioni más que la italiana en si. Yo tampoco lo soporto en algunas películas. Pero a mí Blow-up me gusta. Y no creo que sea porque se inspire la película en aquella historia de Cortázar. Igual es que el protagonista de la cosa me cae bien. O que salen Sarah Miles o Vanessa Redgrave. O que sale de jovencita esa maravilla de francesa que se llama Jane Birkin.

Blow-up me gusta. Me enteré viendo y oyendo los títulos de crédito que esta película tenía esa banda sonora y que la había compuesto Herbie Hancock. Pero no fue razón para que me gustara más. Creo. Supe antes de verla lo de Cortázar, pero más que basada, la película está inspirada.

Traducida de manera grotesca al español como Deseo de una mañana de verano, Blow-up es la historia de un fotógrafo de moda que descubre un asesinato a raíz de una serie de fotografías que realiza en un parque londinense a una pareja de enamorados. La trama se enmaraña luego y se pierde en mil disquisiciones de la movida de la City, pero me sigue gustando a pesar de todo.

Hay mucha psicodelia, mucha modernidad, mucha tontería también. Digo que el argumento a ratos se desmadra y eso es bueno, porque eso es lo inesperado y lo que le da aire fresco a la cosa. Antonioni opta: hay mucha imagen y poca palabra. La música de Herbie Hancock bordea, si no sobrepasa ya, el límite de lo permitido en jazz convencional. Casi es pop, hay un tema de los Yardbirds, pero de pronto suena una trompeta triunfante: el gran Freddie Hubbard. Ahora, mejor escuchar la música integrada en la película.

Y sí, vista hoy Blow-up ha caducado en su factura. Toda la película que nace con intención de ser moderna acaba por ser la primera que termina siendo vieja. A Blow-up también se le ve el plumero en ese sentido. Pero lo digo. A mí Blow-up me gusta. Qué horror esa expresión a veces de película de culto.

Quiero vivir: un grito en la noche

Quiero vivir: un grito en la noche Susan Hayward quiere vivir. Susan Hayward es una bonne vivante de las noches californianas que gusta de beber y otros placeres mundanos. A Susan Hayward le gusta el jazz, porque en el club donde va a proveerse del beber y de los otros placeres mundanos toca todas las noches un grupo que toca jazz. Y Susan Hayward fuma. Fuma como un cosaco. A Susan Hayward le acusan injustamente de un crimen que no ha cometido y que le obligará a gritar alto y claro ese “quiero vivir”.

Gacela nocturna 

Susan Hayward llevaba veinte años haciendo cine. A pesar de tener la frente un poco despejada, Susan Hayward siempre tuvo todas las papeletas para entrar en mi Olimpo particular de gacelas de cine. La pelirroja. Sin ser la mujer perfecta, sin ser la mujer que colmaría mis sueños, Susan Hayward tiene algo que le añade un punto extra a la escena en la que aparece ella. Un toque entre vulgar y macarra, por un lado, pero al mismo tiempo delicado y frágil, por otro. Todo ello tiene que mostrar en esta película que dirige Robert Wise. Porque de todos esos matices, y del bagaje que dan los años, tiene que echar mano Susan Hayward para dar vida a esta Barbara de moral controvertida.

Un Oscar le esperaba cuando terminara la película. Quiero vivir se basa en hechos reales. La tal Barbara Graham debía ser una buena pieza. Delincuente de bajos fondos, esas compañías que ella tenía, amistades peligrosas. Barbara Graham fue condenada un año por perjurio, luego siguió frecuentando ambientes oscuros hasta que dos individuos conocidos por ella la acusaron de ser la autora del asesinato de una anciana que ellos mismo habían cometido. La pena a la que se enfrentará es la cámara de gas. Para entonces Graham había rehecho su vida con un camarero y un hijo propio. Un periodista, Ed Montgomery se hizo cargo del asunto, hasta el punto de involucrarse emocionalmente en el proceso de Barbara Graham. El personaje de Montgomery abre y cierra la película hablando directamente a la cámara, poniendo en antecedentes al espectador e implicándonos de paso a todos en la historia. Concienciándonos de la todavía existencia de la pena capital en pleno siglo XX.

La película empieza como una oscura película de ambiente tabernario y desemboca en una competente cinta de suspense carcelario. El reparto está plagado de magníficos característicos sin mucho nombre, algo única y exclusivamente pensado para el lucimiento de la protagonista, personaje polar sobre el cual gira la trama de la película. Robert Wise era ese todoterreno que igual te hacía Star Trek como West Side Story, pero que con la tontería te ganó dos Oscar. Y te dirige de forma concisa con la cámara a los aspectos esenciales de la historia (casi de manera documental en el último tercio de la película) pero lo que destaca sobre el resto, más que una actriz, es una extraordinaria mujer actuando en una película.

Jazz en la Costa Oeste 

A Susan Hayward le gusta marcar el ritmo del jazz con la punta de los pies. Gran parte de la acción transcurre de noche. Y el jazz es la música elegida para ambientar esas horas. El grupo que toca el jazz que suena en el club al que suele ir Susan Hayward toca una mezcla de bop y de west coast. El hombre larguirucho que emboca el saxo barítono no es otro que Gerry Mulligan, en persona. Una de las figuras clave en el surgimiento de sonidos como el cool y la west coast. El grupo que le acompaña no tiene desperdicio. Se les puede ver a todos ellos en un par de ocasiones y oír el resto de la banda sonora: Art Farmer nada menos es el trompeta; Frank Rosolino, el trombón; Gerry toca el barítono. Bud Shank es el saxo alto. El pianista es el finísimo Pete Jolly. Red Mitchell toca el contrabajo Shelly Manne es el batería. Casi nada.

Lo que suena aquí son temas originales todos de Gerry Mulligan, compositor y arreglista de los que ha habido pocos en la vida. Temas perfectamente ensamblados en la banda sonora de la película, que también pueden escucharse sentado tranquilamente en el sofá. El resto de la música incidental es de Johnny Mandel, autor por cierto de composiciones versionadas por bastantes músicos de jazz. Eso de salir en pantalla a Mulligan debió de picarle el gusanillo, ya que el propio Mulligan trabajó como actor en varias películas con posterioridad. En la primera de ellas, The subterraneans, del año 59 y basada en la obra de Jack Kerouac, conoció a la que fue su segunda mujer, Judy Holiday. Malograda actriz, desaparecida demasiado pronto.

Puede que la película con el tiempo pase más o menos desapercibida. Pero en su momento significó que fue nominada a mil y una categorías de los Oscar, y una de las primeras ocasiones en que Hollywood se atrevía con el delicado tema de la pena de muerte en América. Todavía brillan hoy la fuerza y el rigor (figura del periodista) que envuelven la película. Ese carácter casi documental de la última parte. El suspense. Evidentemente, Susan Hayward. Mojigata en otras ocasiones, aquí Susan lo que hace es dar el do de pecho para gritar alto y claro lo que pone en el título de la película.

Milou en mayo: jazz y libertad

Milou en mayo: jazz y libertad

El mayo del título es el de 1968. En Francia. Milou en Mayo es otra de las películas de Louis Malle que ambienta con jazz. Milou no es ninguna mujer, como puede pensarse. Milou es Michel Piccoli, ese sinvergüenza que hace de si mismo en todas las películas, desde Buñuel hasta Berlanga, por poner dos ejemplos que no son franceses.

Mamá se ha muerto y quién se queda con la herencia. La campiña francesa. Milou y la madre muerta vivieron toda la vida en la casa de campo. Los familiares llegan bajo el reclamo de la riqueza. Las noticias que vienen del mayo de París solamente las saben de lo que escuchan por la radio. Pero aquí lo que les interesa son otras cosas y sacar la mejor tajada.

En la película salen dos lesbianas, un camionero salido, canutos, una adolescente por la que suspira Milou y algunas otras relaciones cruzadas. Quién quiere del París de ese mayo, con este panorama. A partir de ahí, Malle se deja de rollos y desboca una situación de caos controlado y libertinaje costumbristas para deshacer el entramado burgués existente hace casi 40 años.

Y lo hace con la sorna del violín de Stephane Grappelli. Muy al estilo de Familia de León de Aranoa, sólo que Louis Malle es anterior. Destacan dos actrices: Miou Miou y su sempiterno corte característico de pelo rubio; y Dominique Blanc, que es una de las dos lesbianas, pero que al final se decanta por el camionero salido. No me olvido de la madre muerta, una habitual del viejo cine francés, a la cual rondan la última noche en un libérrimo baile de despedida vital (la madre está convenientemente acicalada en una de las salas de la casa de campo desde que se muere al principio de la película)

Qué le van a contar a estas alturas a Stephane Grappelli. Intuyes que Malle le dio rienda suelta. Toca, Stephane. El repertorio va desde clásicos como el Autumn in New York hasta piezas compuestas especialmente para la película… por el propio Louis Malle. Lo desconocía.

Merece la pena ver las películas de Louis Malle. Malle se desvive por huir de lo políticamente correcto, gracias a Dios. Ahí está La pequeña o Lacombe Lucien. O Le souffle au coeur. Lo digo por detalles que hoy día serían tachados de malsanos (el amor que siente por las chicas jóvenes) y que se negó a obviar en su etapa americana (ver los pechos de Susan Sarandon, inolvidable en Atlantic City; de nuevo Brooke Shields en La pequeña)

Por lo tanto, intentar verse todo el cine de Louis Malle es obligatorio. Ciertamente que prefiero otras suyas, pero dame Malle, que no me cansaré. Incluso hay jazz en una película que no tiene música (sólo suena Joshua Redman en los títulos inicial y final)  como es Vania en la calle 42, esa maravilla del año 93. Lástima que hace ya trece años se nos tuviera que marchar el marido de Murphy Brown. Estas cosas no se hacen, Monsieur Malle.

Un soplo al corazón: el niño que amaba a Charlie Parker

Un soplo al corazón: el niño que amaba a Charlie Parker

Al niño protagonista que sufre El soplo al corazón le gusta mucho Charlie Parker. El niño protagonista, que ya casi no es niño porque en la película perderá su virginidad, dice algo así como que el jazz clásico le aburre porque es una música un poco monótona. El niño protagonista tiene mucho de autobiográfico, como también lo tenía Au revoir les enfants. El niño protagonista, tanto de una como de otra, podría ser su director, Louis Malle.

 

La acción de El soplo al corazón se sitúa en 1954. El niño protagonista está dejando de ser niño. El niño protagonista tiene dos hermanos mayores que le van a despertar un apetito distinto al que conocía cuando se sentaban en familia  de noche para cenar. El niño protagonista tiene una madre italiana y cariñosa. La madre es Lea Massari y el niño le corresponde en su cariño de hijo. Dejo para el final lo que sucede luego, porque tiene que ver muy mucho con el desenlace. Aviso.

 

El niño protagonista dejará de ser niño cuando sus dos hermanos lo lleven de putas al pueblo. El niño protagonista se masturba en casa con la puerta cerrada mientras escucha a Charlie Parker y lee a la vez Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian. Escupiré sobre vuestra tumba es un libro delicioso escrito por un francés como si lo hubiera hecho con una pluma de negro. El niño protagonista lee y admira también a Albert Camus. En la familia del chico por eso lo tienen como el geniecillo. Sobre todo lo dice el padre, que no lo aguanta. Pero para compensar, ya está la madre italiana y cariñosa.

 

Después de que conozca por primera vez en su vida a una mujer, al niño protagonista, que miente varias veces en su edad (tiene 13, pero para impresionar a sus conquistas dice tener 15, 16 y medio) le da el soplo al corazón. Al niño protagonista entonces lo llevan a una especie de sanatorio del corazón. Allí conocerá a un compinche y una rubia que comparten las mismas inquietudes que él. En el sanatorio le acompaña su madre, la madre italiana y cariñosa del niño protagonista.

 

El niño protagonista tiene un saxo alto de pega en la pared de su cuarto. El niño protagonista tiene varias fotografías de Louis Armstrong en la pared de su cuarto. Hay una foto de Louis y una trompeta que es del año 71, pero me da igual ese anacronismo. El niño protagonista roba el último disco de Charlie Parker mientras se inventa una colecta a favor de los franceses que luchan en Indochina. Durante la película Francia pierde Indochina. El niño protagonista roba el último disco de Charlie Parker porque en el disco Charlie Parker toca el alto sólo con un trío de piano. En El soplo al corazón también se nombra a Jelly Roll Morton, que fue un pianista que nació fuera de tiempo.

 

Lo que suena casi siempre de Charlie Parker son blues. Esta película confirmaría lo que tantas veces he leído en algún sitio de obligado conocimiento. Los hermanos del niño protagonista le regalan un disco de Dizzy Gillespie cuando el niño protagonista enferma. La madre del niño protagonista, italiana y cariñosa, pide que quite el disco de Dizzy Gillespie porque le duele mucho la cabeza.

 

Me gusta mucho la naturalidad que tiene el clímax de la película. El niño protagonista falla en sus intentos por conquistar a la chica rubia. La madre italiana y cariñosa sigue igual de italiana y cariñosa que al principio. Antes de que llegue el clímax de la película, el niño protagonista ha visto a su madre mientras se bañaba y la madre cuando se da cuenta le amonesta dándole una torta. Antes ha sido la madre quien le ha visto a él desnudo. Me gusta la escena del incesto porque otro director no hubiera huido de lo escabroso. Me gusta lo que le dice la madre italiana y cariñosa al niño protagonista: “No lo repetiremos nunca más, pero no te avergüences de ello cuando lo recuerdes. Recuérdalo con ternura”.

El soplo al corazón es una película preciosa. Tiene amor, tiene jazz, un niño que deja de ser niño y una madre italiana y bastante cariñosa.

Shadows: Corazones negros

Shadows: Corazones negros

Cassavetes y los negros, en los años 50. Sin topicazos, al estilo underground y con la cámara encima del hombro. En aquellos años. El genuino sabor cassavetiano dando de morros al establishment de Hollywood con una película diferente. Dura, descarnada. ¿Alguien conoce a estos actores? Pues lo son y con letras mayúsculas. Y encima la música es de Mingus. Y que no hay guión. Y que todo es improvisado. Y que la fotografía también es morrocotuda. Y que viva el B/N. Y que me gusta que se diferencien las sombras, y que se noten, y que todo sea de noche. Y que viva Cassavetes y la madre que lo parió.

 

Es que Cassavetes para mí, y ahora que no nos oye nadie, es el mejor director de cine puro de la historia del cine.  De Cassavetes en el año 59 se conocían sus papeles casi siempre secundarios en películas más o menos conocidas. Después de Shadows, la gente casi tampoco conocía más que los papeles casi siempre secundarios en películas más o menos conocidas. Porque películas por el dirigidas, por un puñado de dólares, como este Shadows, la vieron los cuatro gatos que salían de noche a las sesiones round about midnight. O sea, una ruina. Tuvo que ser con películas como Una mujer bajo la influencia o Opening night cuando a Cassavetes se le empezaran a reconocer los méritos como director. Y ya, cuando John Cassavetes se murió a  finales de los 80, entonces sí, ahí sí que se le empezaron a reverdecer los laureles ya marchitos de sus películas. Y por supuesto a decir que Shadows y Faces eran dos iconos de la filmografía underground de la historia del cine.

 

Aquí sólo voy a hablar de Shadows por una razón bien sencilla. Porque en Faces, para mí la mejor película de la historia del cine, y perdón por la boutade, no tiene jazz. Bueno, Faces no tiene jazz en la banda sonora, porque ella sola es jazz en estado puro, y, si no, ved Faces y luego me contáis. Entonces hablo de Shadows. Shadows cuenta la mala vida que se ven obligados a afrontar tres (ella y dos hombres más) hermanos negros del Nueva York de los años 50. Los actores que los encarnan son actores de la compañía de teatro de Cassavetes.


No creo que Cassavetes se inventara la cámara al hombro, pero como estilo cinematográfico fue el que le dio carta de naturaleza. Dogma y sus chicos pueden dar fe de ello. Dios guarde al inventor de la cámara al hombro. También me gusta que Shadows se vea sólo la noche. Como que las sombras son más verdaderas del fiel reflejo de la personalidad de uno. La luz a veces miente. La vida de los tres hermanos transcurre de noche. Uno de ellos es cantante sin suerte; la hermana conoce amores también cuando las brujas celebran su hora preferida. El otro hermano es un hipster típico amante del jazz y la sub-cultura de la noche. Relaciones interraciales, desventuras de artistas con desdicha, la fotografía en B/N que lo resalta todo con la cámara al hombro. Fotografía en B/N acojonante que diré que es obra de Erich Kollmar.

 

Y sí, la mayor parte de la película está improvisada. Así lo recuerda uno de los letreros finales. Mientras asimilamos que la película, por extraño que pueda parecer, ha sido una improvisación, suena el jazz.

 

El jazz es de Charlie Mingus. Como el que no quiere la cosa. Ya puestos, Cassavetes elige a uno de los músicos más radicales en su percepción de entender la música negra americana. El saxo tenor de los solos que inundan las calles de Nueva York es un desconocido para muchos, incluido para mí antes de ver hace diez años la película, que se llama Shafi Hadi. Shafi Hadi era componente habitual de los grupos de Mingus en aquellos años. No voy a repetir que esta película tiene ritmo de jazz en sus entrañas, como Faces. Pero aquí en Shadows hay jazz además en la banda sonora.

Era imperdonable que todavía no hubiera hablado yo de Shadows, de Cassavetes y de la madre que lo parió.

El libro de la selva (1967): Jungle Rhythm

El libro de la selva (1967): Jungle Rhythm

El libro de la selva es una película genial. El libro de la selva la hicieron en Disney cuando ya no existía Disney. El libro de la selva puede que no tenga sombras en los cartoons. El libro de la selva tiene unas canciones que alguien por ahí diría que son de las que sirven para alegrarte el día. En El libro de la selva hay jazz y scat, por lo menos cantan con ritmo de jazz. En El libro de la selva canta Louis Prima, que era un cachondo mental. Y a mí me encanta oír scat. El libro de la selva es una maravilla.

 

Sí, puede que los tiempos hubieran cambiado, las formas de hacer dibujos otro tanto y la crisis llegado a las factorías de la animación. Congratulémonos, todavía no había llegado la era de ordenador (resulta entrañable echar la vista atrás y creer que habíamos alcanzado al ya no va más con el engaño a Roger Rabbit) Porque el Robin Hood no lograba la calidad mínima esperada. La dama y el vagabundo quedaba lejos y ya no digamos el mentiroso de Pinocho o la mala y malvada madrastra. El libro de la selva fue como un soplo de aire fresco. La materia prima estaba ahí de la mano de los textos del enorme Kipling. El, en otras ocasiones, avasallador y sentimentaloide filtro Disney parece que aquí se toma un respiro.

 

Papá Disney ya no estaba entre nosotros o quizá lo está aún entre el hielo, pero el caso es que la calidad media de la factoría que legó bajó después de su muerte. Aunque todavía supervisada por el mismo Walt Disney, El libro de la selva se estrenó tras su muerte. Y casi es la excepción a las películas producidas tras 1966.

 

La pantera Bagheera y el oso Baloo se encargan de la educación personal y musical de Mowgli, un niño abandonado en la selva y empeñado en continuar viviendo entre animales. Hay elefantes que guardan muy bien el paso militar, un rey la mar de espabilado y rumboso y mucha monería. Y también plátano.

 

Hasta te da igual oír las canciones traducidas, cosa que no es delito, pero sí lo sería no escuchar la voz genial de Louis Prima, el mítico swinger-man que da voz al simpático rey Louie. Sí, las dos canciones famosas en las que baso que esta es una película con jazz. Puede que sean dos de las canciones (buenas) más pegadizas que he oído en mi vida. Confesad, habéis marcado el compás con el pie al oírlas también. Las canciones son composiciones del dúo habitual de la casa, Richard y Robert Sherman. El I wanna be like you es la que canta Louis Prima. The bare necessities es la primera de las dos que suena y es un acierto que  las arreglaran a ritmo de jazz.

En cualquier caso, se trata de una película altamente recomendable. Sobre todo, en caso de que se quiera pasar más que un buen rato y si ha terminado un mal día. Yo casi me llevé una sorpresa al ver que El libro de la selva era una película tan maja. Te olvidas de todo cuando ves El libro de la selva. Y también te olvidas de que en Disney ya no hubiera sombras.

Una historia del Bronx: los chicos del barrio

Una historia del Bronx: los chicos del barrio

Éste artículo iba a ser de mis jácaras pero al final caes en que daba para ponerlo aquí. La cosa es que Una historia del Bronx no tiene una banda sonora totalmente de jazz pero sí tiene buena banda sonora con jazz. Robert de Niro estaba rodando últimamente, o ha rodado, o lo seguirá haciendo, su segunda película como director. Casi siempre hablo de memoria, como cuando comenté una vez fuera de este blog que Jodie Foster estaba rodando una película sobre Leni Riefenstahl. El caso es que Una historia del Bronx fue su primera película como director. Con su Tribeca al fondo. Con una maravillosa historia que empieza y termina como un cuento, uno de tantos de los muchos que se podrían contar, con arreglo a la voz en off de Calogero. El hijo de Robert de Niro.

A Robert De Niro, que conduce un autobús de línea por todo el Bronx, le gusta el jazz. Y lo pone cuando va con el autobús en el trabajo. A su hijo Calogero lo lleva de pasajero hasta el colegio y hasta su casa. En el autobús de Robert de Niro suben clientes blancos y clientes negros. Calogero pertenece a la rama italiana del barrio, y los amigos de Calogero no se llevan muy bien con los de la parte negra. En el barrio hay un gangster que interpreta Chazz Palminteri, que es el ejemplo a seguir de Calogero y sus amigos. El padre de Calogero, o sea, Robert de Niro, quiere que su hijo siga otro ejemplo y no el del gangster. Pero Calogero de niño es testigo de algo que comete Chazz Palminteri, que marcará su posterior vida y que le unirá casi con sangre a Chazz Palmienteri. Calogero adolescente, con el ambiente más caldeado con los negros del Bronx, e integrante del gang de Palminteri, conoce el amor interracial. 

Little Italy

De Niro se fija mucho en Scorsese. La consecuencia es lógica del actor y  amigo. Las escenas de violencia. El guión es de una obra de teatro de Palminteri. Palminteri hace de guardaespaldas de gangster que escribe obras de teatro en Balas sobre Broadway. Woody Allen se trepana él en sus películas, y a sus actores también. Palminteri dice que hay autobiografía en el guión. En la película hay más cosas aparte de lo que venga en el guión de Palminteri. Intuyes que sea de De Niro lo de la chica negra y el hijo, o que al padre le guste el jazz. Al hijo le aburre el jazz, o le da dolor de cabeza, le dice medio en broma a su padre. Choca ver que De Niro hace de “bueno”, y otro de malo. Tardó dos años en venir a España esta película, y todavía me lo estoy preguntando el por qué.

En el guión hay sentencias de las que no se olvidan: sólo hay tres amores en la vida; los tres grandes del boxeo, que son Joe Louis, Sugar Ray Robinson y Rocky Marciano. Hay otra frase que se repite también en Martín (H) de Aristaráin, que viene a decir que el talento no hay que malgastarlo. Todo eso se lo dice Palminteri a Calogero cuando lo tiene en el regazo de su banda.

Y cada vez que hay una película de italianos de Nueva York, te hace gracia ver a esos magníficos característicos italo-americanos que salen en todas las películas tipo. El niño que hace de Calogero niño es descendiente directo del gran Frank Capra. El colega Joe Pesci sólo sale en un momento que no puedo decir cuál. Sería pecado olvidar decir que Robert De Niro está inmenso. Y qué fue de Palminteri, no vayamos a echarlo a perder. La historia de amor de Calogero y la chica es para enmarcarla. Lo que se dicen y lo que se miran entre los dos, de llorar.

Jazz y más

El jazz que hay en Una historia del Bronx es el que escucha De Niro en el autobús. Suena John Coltrane, suena Donald Byrd, suena Bobby Watson y suena Miles. También Frank Sinatra y Tony Bennet. La ventaja es que es una historia de diez años. Y empezamos con éxitos pop de finales de los 50 y terminamos con los Beatles o las guitarras eléctricas. Ya he dicho que no era una banda sonora totalmente de jazz. Pero a nadie le amarga un dulce y escuchar I only have eyes for you por los Flamingos o en versión jazz por Gerry Niewood. Y puedes escuchar también a mis Impresssions, o a Dean Martin. O por el otro extremo, a Bob Dylan. Otis Redding, Cream o Moody Blues. La primera vez que Calogero ve a la chica negra en el autobús de su padre suena I only have eyes for you. El jazz que suena, suena en el momento justo.

La primera vez que vi Una historia del Bronx, me vino a la cabeza la única película de Charles Laughton, que no tiene nada que ver, en principio, con ésta. Y pensaba que ésta iba a ser la única película de Robert De Niro. Habrá que ver esta segunda que ha hecho o está haciendo. A mí ésta me pilló crecido, pero si tienes suerte y la ves a esas edades en que te marcan ciertas películas, Una historia del Bronx es de esas películas que te marcan para toda la vida.

Que tenía ganas de hablar de esta película. Será que me gustan todo lo que tenga voz en off.