Quiero vivir: un grito en la noche
Gacela nocturna
Susan Hayward llevaba veinte años haciendo cine. A pesar de tener la frente un poco despejada, Susan Hayward siempre tuvo todas las papeletas para entrar en mi Olimpo particular de gacelas de cine. La pelirroja. Sin ser la mujer perfecta, sin ser la mujer que colmaría mis sueños, Susan Hayward tiene algo que le añade un punto extra a la escena en la que aparece ella. Un toque entre vulgar y macarra, por un lado, pero al mismo tiempo delicado y frágil, por otro. Todo ello tiene que mostrar en esta película que dirige Robert Wise. Porque de todos esos matices, y del bagaje que dan los años, tiene que echar mano Susan Hayward para dar vida a esta Barbara de moral controvertida.
Un Oscar le esperaba cuando terminara la película. Quiero vivir se basa en hechos reales. La tal Barbara Graham debía ser una buena pieza. Delincuente de bajos fondos, esas compañías que ella tenía, amistades peligrosas. Barbara Graham fue condenada un año por perjurio, luego siguió frecuentando ambientes oscuros hasta que dos individuos conocidos por ella la acusaron de ser la autora del asesinato de una anciana que ellos mismo habían cometido. La pena a la que se enfrentará es la cámara de gas. Para entonces Graham había rehecho su vida con un camarero y un hijo propio. Un periodista, Ed Montgomery se hizo cargo del asunto, hasta el punto de involucrarse emocionalmente en el proceso de Barbara Graham. El personaje de Montgomery abre y cierra la película hablando directamente a la cámara, poniendo en antecedentes al espectador e implicándonos de paso a todos en la historia. Concienciándonos de la todavía existencia de la pena capital en pleno siglo XX.
La película empieza como una oscura película de ambiente tabernario y desemboca en una competente cinta de suspense carcelario. El reparto está plagado de magníficos característicos sin mucho nombre, algo única y exclusivamente pensado para el lucimiento de la protagonista, personaje polar sobre el cual gira la trama de la película. Robert Wise era ese todoterreno que igual te hacía Star Trek como West Side Story, pero que con la tontería te ganó dos Oscar. Y te dirige de forma concisa con la cámara a los aspectos esenciales de la historia (casi de manera documental en el último tercio de la película) pero lo que destaca sobre el resto, más que una actriz, es una extraordinaria mujer actuando en una película.
Jazz en la Costa Oeste
A Susan Hayward le gusta marcar el ritmo del jazz con la punta de los pies. Gran parte de la acción transcurre de noche. Y el jazz es la música elegida para ambientar esas horas. El grupo que toca el jazz que suena en el club al que suele ir Susan Hayward toca una mezcla de bop y de west coast. El hombre larguirucho que emboca el saxo barítono no es otro que Gerry Mulligan, en persona. Una de las figuras clave en el surgimiento de sonidos como el cool y la west coast. El grupo que le acompaña no tiene desperdicio. Se les puede ver a todos ellos en un par de ocasiones y oír el resto de la banda sonora: Art Farmer nada menos es el trompeta; Frank Rosolino, el trombón; Gerry toca el barítono. Bud Shank es el saxo alto. El pianista es el finísimo Pete Jolly. Red Mitchell toca el contrabajo Shelly Manne es el batería. Casi nada.
Lo que suena aquí son temas originales todos de Gerry Mulligan, compositor y arreglista de los que ha habido pocos en la vida. Temas perfectamente ensamblados en la banda sonora de la película, que también pueden escucharse sentado tranquilamente en el sofá. El resto de la música incidental es de Johnny Mandel, autor por cierto de composiciones versionadas por bastantes músicos de jazz. Eso de salir en pantalla a Mulligan debió de picarle el gusanillo, ya que el propio Mulligan trabajó como actor en varias películas con posterioridad. En la primera de ellas, The subterraneans, del año 59 y basada en la obra de Jack Kerouac, conoció a la que fue su segunda mujer, Judy Holiday. Malograda actriz, desaparecida demasiado pronto.
Puede que la película con el tiempo pase más o menos desapercibida. Pero en su momento significó que fue nominada a mil y una categorías de los Oscar, y una de las primeras ocasiones en que Hollywood se atrevía con el delicado tema de la pena de muerte en América. Todavía brillan hoy la fuerza y el rigor (figura del periodista) que envuelven la película. Ese carácter casi documental de la última parte. El suspense. Evidentemente, Susan Hayward. Mojigata en otras ocasiones, aquí Susan lo que hace es dar el do de pecho para gritar alto y claro lo que pone en el título de la película.
1 comentario
PABLO BOLOGNA -
¿PUEDEN DECIRME CÓMO HACER? MUCHAS GRACIAS