Tomo dos películas de Joseph Losey que me he visto esta semana. Filmoteca de Zaragoza. El criminal y Eva, años 1960 y 62, respectivamente, porque en ambas hay jazz. En la primera, The criminal, una historia de cárceles y ladrones, la música la pone Johnny Dankworth, uno de los mejores saxos altos de la Gran Bretaña. A la segunda, Eva, historia de amour fou, un habitual de las bandas sonoras que vienen a este blog, Michel Legrand, y protagonizada por otra que puede venir aquí todas las veces que quiera. Me refiero a Jeanne Moreau.
El criminal: el jazz de la cárcel
El criminal es una película carcelaria. Stanley Baker, actor fetiche del director británico Joseph Losey, es el criminal del título, Johnny Banion, a punto de salir de prisión, y que ya ha ideado el plan para cometer el robo de su vida. Lástima que las cosas no salen como él quisiera una vez fuera, en la calle, robo ejecutado. Volverá a dar con sus huesos entre rejas pero, si antes era el rey, las cosas han cambiado con su retorno.
El criminal tiene una banda sonora repleta de jazz, y dadas las características de la trama, es un jazz machacón y omnipresente. Es decir, personaje atormentado, obsesionado por el dinero, por el robo que le retire, por la angustia de la vida en prisión, las relaciones con los funcionarios, los compañeros de su banda, antes y después del robo; todo ello hace que el jazz persistente en tiempo y casi en espacio (barrotes y muros de la cárcel) compuesto por Dankworth, y en gran banda, acentúa la tensión de personajes, los instantes en que se comete tal o cual fechoría, tal o cual paliza. Abundan los primeros planos, hay momentos en que al jazz le acompaña el soniquete de las protestas de los presos. Y tal presencia de la música puede que perjudique a la película. No porque el jazz de Dankworth sea malo, ni muchísimo menos, sino porque en algún momento puede subrayar en exceso. Suena una muy bonita canción, que canta Cleo Laine, a la sazón esposa de Johnny, con un espíritu jazz muy puro.
Y la película, a día de hoy, puede que haya quedado algo desfasada. B/N no falta, los personajes dentro de la cárcel están bien dibujados, bien interpretados. Pero la parte final se ensimisma en los tópicos y en el ombligo de la traición y la culpa.
Eva: amores locos
Eva no tiene nada que ver con El criminal. Sale Jeanne Moreau, te enamora Jeanne Moreau, y es una historia de amores locos, amores perros. El caso es que Eva, o sea, la Moreau, es una joven mujer de cascos ligeros, que se diría antes. Esta moza (Eva, nombre elegido no sin motivo) de buen vivir se cruza en el camino de Stanley Baker otra vez, que aquí encarna a un escritor galés de gran éxito afincado en Italia ya que aquel cine está adaptando sus novelas a la gran pantalla. Está a punto de casarse, con lo cual queda claro cuál va a ser el conflicto de la película. Bloody Welshman, le dice Eva en un momento de la película.
Porque es una historia atormentada, Eva, quien aparte de los hombres odia a las mujeres viejas, va más por libre que mandada a hacer de encargo. Mentirosa y caprichosa, tiene al escritor a mal traer. En Venecia se conocen de noche, por supuesto. A Roma se la quiere llevar, y apenas lo conseguirá. Parece que él la haya “conseguido” cuando a continuación va Eva y le pega con la puerta en las narices. Él que no obceca en ningún momento, hasta cuando contrae las nupcias con su prometida.
Con este argumento Losey acertó al elegir a Michel Legrand, el enorme compositor francés, con un jazz más sofisticado, mucho menos presente que en El criminal, pero igual efectivo. Y en éstas que hay un tema que Eva se pondrá una y otra vez en el tocadiscos hasta que literalmente lo destroza: es la versión que del tema de Ann Ronell, Willow weep for me, inmortalizara Billie Holiday. Hay dos temas más: Loveless love, también cantado por Billie, bluesy y encantador; y Adam et Eve, mucho más obvio en ese sentido, compuesto por Legrand y cantado por un representante del soul y del rhythm and blues, Tony Middleton.
La visión de esta película se hace necesaria debido a la presencia de Jeanne Moreau (sensualidad francesa en Italia, la piel suave de Eva, los ojos de Jeanne Moreau, la primera entre todas las mujeres), a la cual le sienta bien la noche, el amanecer, el juego o la bebida en esta historia veneciana y romana que demuestra a Stanley Baker, y al espectador, que el amor puede perjudicarle gravemente la salud. A pesar de todo, buena película.