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Cine y Jazz

Quiero vivir: un grito en la noche

Quiero vivir: un grito en la noche

Susan Hayward quiere vivir. Susan Hayward es una bonne vivante de las noches californianas que gusta de beber y otros placeres mundanos. A Susan Hayward le gusta el jazz, porque en el club donde va a proveerse del beber y de los otros placeres mundanos toca todas las noches un grupo que toca jazz. Y Susan Hayward fuma. Fuma como un cosaco. A Susan Hayward le acusan injustamente de un crimen que no ha cometido y que le obligará a gritar alto y claro ese “quiero vivir”.

Gacela nocturna 

Susan Hayward llevaba veinte años haciendo cine. A pesar de tener la frente un poco despejada, Susan Hayward siempre tuvo todas las papeletas para entrar en mi Olimpo particular de gacelas de cine. La pelirroja. Sin ser la mujer perfecta, sin ser la mujer que colmaría mis sueños, Susan Hayward tiene algo que le añade un punto extra a la escena en la que aparece ella. Un toque entre vulgar y macarra, por un lado, pero al mismo tiempo delicado y frágil, por otro. Todo ello tiene que mostrar en esta película que dirige Robert Wise. Porque de todos esos matices, y del bagaje que dan los años, tiene que echar mano Susan Hayward para dar vida a esta Barbara de moral controvertida.

Un Oscar le esperaba cuando terminara la película. Quiero vivir se basa en hechos reales. La tal Barbara Graham debía ser una buena pieza. Delincuente de bajos fondos, esas compañías que ella tenía, amistades peligrosas. Barbara Graham fue condenada un año por perjurio, luego siguió frecuentando ambientes oscuros hasta que dos individuos conocidos por ella la acusaron de ser la autora del asesinato de una anciana que ellos mismo habían cometido. La pena a la que se enfrentará es la cámara de gas. Para entonces Graham había rehecho su vida con un camarero y un hijo propio. Un periodista, Ed Montgomery se hizo cargo del asunto, hasta el punto de involucrarse emocionalmente en el proceso de Barbara Graham. El personaje de Montgomery abre y cierra la película hablando directamente a la cámara, poniendo en antecedentes al espectador e implicándonos de paso a todos en la historia. Concienciándonos de la todavía existencia de la pena capital en pleno siglo XX.

La película empieza como una oscura película de ambiente tabernario y desemboca en una competente cinta de suspense carcelario. El reparto está plagado de magníficos característicos sin mucho nombre, algo única y exclusivamente pensado para el lucimiento de la protagonista, personaje polar sobre el cual gira la trama de la película. Robert Wise era ese todoterreno que igual te hacía Star Trek como West Side Story, pero que con la tontería te ganó dos Oscar. Y te dirige de forma concisa con la cámara a los aspectos esenciales de la historia (casi de manera documental en el último tercio de la película) pero lo que destaca sobre el resto, más que una actriz, es una extraordinaria mujer actuando en una película.

Jazz en la Costa Oeste 

A Susan Hayward le gusta marcar el ritmo del jazz con la punta de los pies. Gran parte de la acción transcurre de noche. Y el jazz es la música elegida para ambientar esas horas. El grupo que toca el jazz que suena en el club al que suele ir Susan Hayward toca una mezcla de bop y de west coast. El hombre larguirucho que emboca el saxo barítono no es otro que Gerry Mulligan, en persona. Una de las figuras clave en el surgimiento de sonidos como el cool y la west coast. El grupo que le acompaña no tiene desperdicio. Se les puede ver a todos ellos en un par de ocasiones y oír el resto de la banda sonora: Art Farmer nada menos es el trompeta; Frank Rosolino, el trombón; Gerry toca el barítono. Bud Shank es el saxo alto. El pianista es el finísimo Pete Jolly. Red Mitchell toca el contrabajo Shelly Manne es el batería. Casi nada.

Lo que suena aquí son temas originales todos de Gerry Mulligan, compositor y arreglista de los que ha habido pocos en la vida. Temas perfectamente ensamblados en la banda sonora de la película, que también pueden escucharse sentado tranquilamente en el sofá. El resto de la música incidental es de Johnny Mandel, autor por cierto de composiciones versionadas por bastantes músicos de jazz. Eso de salir en pantalla a Mulligan debió de picarle el gusanillo, ya que el propio Mulligan trabajó como actor en varias películas con posterioridad. En la primera de ellas, The subterraneans, del año 59 y basada en la obra de Jack Kerouac, conoció a la que fue su segunda mujer, Judy Holiday. Malograda actriz, desaparecida demasiado pronto.

Puede que la película con el tiempo pase más o menos desapercibida. Pero en su momento significó que fue nominada a mil y una categorías de los Oscar, y una de las primeras ocasiones en que Hollywood se atrevía con el delicado tema de la pena de muerte en América. Todavía brillan hoy la fuerza y el rigor (figura del periodista) que envuelven la película. Ese carácter casi documental de la última parte. El suspense. Evidentemente, Susan Hayward. Mojigata en otras ocasiones, aquí Susan lo que hace es dar el do de pecho para gritar alto y claro lo que pone en el título de la película.

Milou en mayo: jazz y libertad

Milou en mayo: jazz y libertad

El mayo del título es el de 1968. En Francia. Milou en Mayo es otra de las películas de Louis Malle que ambienta con jazz. Milou no es ninguna mujer, como puede pensarse. Milou es Michel Piccoli, ese sinvergüenza que hace de si mismo en todas las películas, desde Buñuel hasta Berlanga, por poner dos ejemplos que no son franceses.

Mamá se ha muerto y quién se queda con la herencia. La campiña francesa. Milou y la madre muerta vivieron toda la vida en la casa de campo. Los familiares llegan bajo el reclamo de la riqueza. Las noticias que vienen del mayo de París solamente las saben de lo que escuchan por la radio. Pero aquí lo que les interesa son otras cosas y sacar la mejor tajada.

En la película salen dos lesbianas, un camionero salido, canutos, una adolescente por la que suspira Milou y algunas otras relaciones cruzadas. Quién quiere del París de ese mayo, con este panorama. A partir de ahí, Malle se deja de rollos y desboca una situación de caos controlado y libertinaje costumbristas para deshacer el entramado burgués existente hace casi 40 años.

Y lo hace con la sorna del violín de Stephane Grappelli. Muy al estilo de Familia de León de Aranoa, sólo que Louis Malle es anterior. Destacan dos actrices: Miou Miou y su sempiterno corte característico de pelo rubio; y Dominique Blanc, que es una de las dos lesbianas, pero que al final se decanta por el camionero salido. No me olvido de la madre muerta, una habitual del viejo cine francés, a la cual rondan la última noche en un libérrimo baile de despedida vital (la madre está convenientemente acicalada en una de las salas de la casa de campo desde que se muere al principio de la película)

Qué le van a contar a estas alturas a Stephane Grappelli. Intuyes que Malle le dio rienda suelta. Toca, Stephane. El repertorio va desde clásicos como el Autumn in New York hasta piezas compuestas especialmente para la película… por el propio Louis Malle. Lo desconocía.

Merece la pena ver las películas de Louis Malle. Malle se desvive por huir de lo políticamente correcto, gracias a Dios. Ahí está La pequeña o Lacombe Lucien. O Le souffle au coeur. Lo digo por detalles que hoy día serían tachados de malsanos (el amor que siente por las chicas jóvenes) y que se negó a obviar en su etapa americana (ver los pechos de Susan Sarandon, inolvidable en Atlantic City; de nuevo Brooke Shields en La pequeña)

Por lo tanto, intentar verse todo el cine de Louis Malle es obligatorio. Ciertamente que prefiero otras suyas, pero dame Malle, que no me cansaré. Incluso hay jazz en una película que no tiene música (sólo suena Joshua Redman en los títulos inicial y final)  como es Vania en la calle 42, esa maravilla del año 93. Lástima que hace ya trece años se nos tuviera que marchar el marido de Murphy Brown. Estas cosas no se hacen, Monsieur Malle.

Rebeldes del swing: Jazz über alles

Rebeldes del swing: Jazz über alles

Alemania, primeros años 30. Hitler fascina a casi todos los alemanes y el jazz a unos pocos chavales imberbes. A estos chavales imberbes les gusta escuchar a Benny Goodman, a Duke Ellington y a Django Reinhardt. Lo malo es que a los que les fascina Hitler y al mismo Hitler no le gustan ni los judíos, ni los negros ni tampoco los gitanos. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿No les gusta el jazz o no les gusta el jazz porque lo inventaron los negros y lo tocaban blancos judíos o gitanos?

Son tres amigos adolescentes los que se pasan como pueden los discos del vinilo prohibido. Robert Sean Leonard, Christian Bale y Frank Whaley. Unidos por el jazz, Alemania les tiene preparado un futuro de raza aria y blanca en las Juventudes hitlerianas. Lo cual no será óbice para que crezcan a hurtadillas entre la libertad del ritmo sincopado del swing y las grandes orquestas, verdaderos vientos de libertad procedentes de Norteamérica. Los rebeldes y el swing.

Adiós, inocencia, adiós 

Pues es una historia cierta y verdadera. Estos swing kids existieron. Se trató de un movimiento más o menos contestatario, más o menos subversivo (todo lo que les dejaba la aplastante e intolerante apisonadora nazi) que se concentró en la ciudad alemana de Hamburgo.  Los rebeldes se dejaban pelo largo, eran anglófilos perdidos, llevaban bombín y sacaban el paraguas aun cuando hubiera días de sol.

Pero uno de esos días llega el momento en que el hombre tiene que empezar a ser hombre: las juventudes hitlerianas llaman a sus puertas. Dos de los tres amigos (Leonard y Bale) se alistan. El tercero nunca podría ser un joven de Hitler: el tercer amigo es un lisiado, cojea de una pierna y eso, amigo, está mal visto en el reino de los arios perfectos. Lo pasará mal este chico. Las características de este tercer personaje es un hermoso homenaje a Django Reinhardt. Django Reinhardt es el ídolo del personaje lisiado y a Django se enmraca dentro de la categoría de lisiados varios: los dedos mutilados de Django, mano izquiera en el mástil. Pero ya sabemos que a Django eso le importaba un pimiento.

La película es de 1993. El director es Howard Carter, un asiduo de la televisión que prácticamente no ha vuelto a hacer más cine. Además sale Barbara Hersey, una de las mejores actrices que hay en América. Sin más. De jefe nazi sale Kenneth Branagh, competente en su papel de nazi. En la película, Branagh intenta beneficiarse de Barbara Hersey, a la sazón madre del personaje de Robert Sean Leonard. Leonard comete un pequeño delito pero la intervención de Branagh atenúa su previsible castigo. Todo por el amor de su madre.

La historia, en si, no abandona en demasía la convencionalidad. Tiene unos números de baile espléndidos, la música. La relación de los amigos se sigue con agrado y el personaje de Christian Bale sufre una interesante transformación cuando conoce las verdades del Mein Kampft. Correcto todo. Hablemos de la música.

Música tabú

Lo dicho. Aparte del homenaje a Django Reinhardt, suena Django Reinhardt, Count Basie, Duke Ellington, Benny Goodman, Jimmie Lunceford, Louis Prima. El jazz prohibido. Pero aquí aparte el jazz lo bailan, cosa que no deberá extrañar: el jazz, cuando se inventó, se inventó para bailarlo. Algunas de las piezas son recreaciones de orquesta llamémosles del estilo neo swing del mismo año 93. Quiero decir que no siempre las bandas originales. La música incidental es de James Horner, pero aquí estamos para hablar de jazz.

Y el jazz bailado lo bailan muy bien. Los actores bailan, aunque canta un poco, como en muchas películas en las que teóricamente son todos aficionados rasos de la calle, canta un poco, digo, que todos bailen la mar de bien. Muy profesionales, vamos. Miembros de algún ballet, me explico.

Película simpática, entretenida, Swing kids, que se deja ver, pero que, puestos a elegir, sobre todo se deja oír. La película te la ves y te compras el CD.

Un soplo al corazón: el niño que amaba a Charlie Parker

Un soplo al corazón: el niño que amaba a Charlie Parker

Al niño protagonista que sufre El soplo al corazón le gusta mucho Charlie Parker. El niño protagonista, que ya casi no es niño porque en la película perderá su virginidad, dice algo así como que el jazz clásico le aburre porque es una música un poco monótona. El niño protagonista tiene mucho de autobiográfico, como también lo tenía Au revoir les enfants. El niño protagonista, tanto de una como de otra, podría ser su director, Louis Malle.

 

La acción de El soplo al corazón se sitúa en 1954. El niño protagonista está dejando de ser niño. El niño protagonista tiene dos hermanos mayores que le van a despertar un apetito distinto al que conocía cuando se sentaban en familia  de noche para cenar. El niño protagonista tiene una madre italiana y cariñosa. La madre es Lea Massari y el niño le corresponde en su cariño de hijo. Dejo para el final lo que sucede luego, porque tiene que ver muy mucho con el desenlace. Aviso.

 

El niño protagonista dejará de ser niño cuando sus dos hermanos lo lleven de putas al pueblo. El niño protagonista se masturba en casa con la puerta cerrada mientras escucha a Charlie Parker y lee a la vez Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian. Escupiré sobre vuestra tumba es un libro delicioso escrito por un francés como si lo hubiera hecho con una pluma de negro. El niño protagonista lee y admira también a Albert Camus. En la familia del chico por eso lo tienen como el geniecillo. Sobre todo lo dice el padre, que no lo aguanta. Pero para compensar, ya está la madre italiana y cariñosa.

 

Después de que conozca por primera vez en su vida a una mujer, al niño protagonista, que miente varias veces en su edad (tiene 13, pero para impresionar a sus conquistas dice tener 15, 16 y medio) le da el soplo al corazón. Al niño protagonista entonces lo llevan a una especie de sanatorio del corazón. Allí conocerá a un compinche y una rubia que comparten las mismas inquietudes que él. En el sanatorio le acompaña su madre, la madre italiana y cariñosa del niño protagonista.

 

El niño protagonista tiene un saxo alto de pega en la pared de su cuarto. El niño protagonista tiene varias fotografías de Louis Armstrong en la pared de su cuarto. Hay una foto de Louis y una trompeta que es del año 71, pero me da igual ese anacronismo. El niño protagonista roba el último disco de Charlie Parker mientras se inventa una colecta a favor de los franceses que luchan en Indochina. Durante la película Francia pierde Indochina. El niño protagonista roba el último disco de Charlie Parker porque en el disco Charlie Parker toca el alto sólo con un trío de piano. En El soplo al corazón también se nombra a Jelly Roll Morton, que fue un pianista que nació fuera de tiempo.

 

Lo que suena casi siempre de Charlie Parker son blues. Esta película confirmaría lo que tantas veces he leído en algún sitio de obligado conocimiento. Los hermanos del niño protagonista le regalan un disco de Dizzy Gillespie cuando el niño protagonista enferma. La madre del niño protagonista, italiana y cariñosa, pide que quite el disco de Dizzy Gillespie porque le duele mucho la cabeza.

 

Me gusta mucho la naturalidad que tiene el clímax de la película. El niño protagonista falla en sus intentos por conquistar a la chica rubia. La madre italiana y cariñosa sigue igual de italiana y cariñosa que al principio. Antes de que llegue el clímax de la película, el niño protagonista ha visto a su madre mientras se bañaba y la madre cuando se da cuenta le amonesta dándole una torta. Antes ha sido la madre quien le ha visto a él desnudo. Me gusta la escena del incesto porque otro director no hubiera huido de lo escabroso. Me gusta lo que le dice la madre italiana y cariñosa al niño protagonista: “No lo repetiremos nunca más, pero no te avergüences de ello cuando lo recuerdes. Recuérdalo con ternura”.

El soplo al corazón es una película preciosa. Tiene amor, tiene jazz, un niño que deja de ser niño y una madre italiana y bastante cariñosa.

Let's get lost: alone together

Let's get lost: alone together

Siempre se ha dicho que la vida de Chet Baker daba para hacer una película de ella. Está por rodarse y la protagonizará Josh Hartnett. A Miles Davis también le van a hacer otra. En Let’s get lost Chet Baker protagoniza los últimos días de su vida antes de lanzarse al vacío desde un hotel de Ámsterdam. Lo dicen los créditos finales como si su muerte hubiera truncado la realización de la película. La película es de 1988 y Chet se murió un 13 de mayo. Las imágenes destilan ocaso y patetismo, belleza y poesía. La película es en B/N.

 

Let’s get lost fue nominada al Oscar al mejor documental en 1989. En la película Chet Baker no aparenta tener 59 años. Aparenta muchos más. En 1968 le destrozaron la dentadura y pasaron tres años hasta que Dizzy le rescató para tocar en el Half Note. Bruce Weber, el director del documental, muestra un Chet Baker torpe, desvariando, trastornado. Acompañado de bellas mujeres y con un cigarrillo entre los dedos, paseando las playas de Santa Mónica, sus noches, por el festival de Cannes. William Claxton le realiza una histórica serie de fotografías durante una sesión de grabación en Los Ángeles de 1953. Afortunadamente el documental abandona toda suerte de embellecimiento y espíritu naif acorde a muchos retratos tendentes a enaltecer la figura del homenajeado. Tras ver el documento nos queda una imagen del Chet Baker roto exteriormente, aunque también vemos a un Chet ilusionado que formula proyectos para el futuro.

 

Desde el punto de vista biográfico, la película repasa de forma lineal los principales puntos de interés de la vida de Chet Baker. Se detiene en aquello que aporta datos clave para conocer la trayectoria vital y musical de Chet, en especial cuando toca hablar de su familia. La madre se reserva la opinión cuando se le pregunta por Chet “hijo”. Significativos el silencio y las respuestas de los tres hijos al hablar de su padre. Curiosas las contradicciones de las mujeres de Chet sobre diversos acontecimientos de su vida. Parece que a Chet en alguna que otra ocasión le pillen en un renuncio. También parece que le importe a veces bien poco.

 

Es como si Chet Baker hubiera querido erigir de forma inconsciente un velo para enmascarar ciertos episodios de su vida, como si ésta la hubiera vivido con sordina, como si quisiera de alguna manera olvidar. O quizá tenía algo que callar. Es otro de los aciertos del film. Sólo al final le es preguntado por las drogas, cosa de la que Chet con total naturalidad no rehuye, cosa de la que Chet Baker nunca rehuyó en toda su vida.

 

A pesar de las apariencias, Chet Baker le marcó la fortuna. La fortuna de conocer mujeres bellas, como su segunda esposa, Maliha, una estupenda y negra “medio pakistaní medio india”. La fortuna de comenzar a tocar y hacerlo junto a Charlie Parker, Zoot Sims, Gerry Mulligan, Art Pepper. En la película no se cuenta pero hay una segunda versión de la muerte de Chet Baker y es que no se tiró de la ventana del hotel, sino que se cayó accidentalmente cuando trepaba por la cornisa hasta su tercer piso porque se había olvidado la trompeta. Chet había discutido con los empelados del hotel y no quiso entrar por la puerta. Quizá, quién sabe, conociendo como conocemos a Chet.

 

Chet Baker grabó un disco con el mismo título de la película, o fue la película la que le robó el nombre al disco. Grabación que se ve en la película. Grabación que sirve de fondo sonoro a gran parte de la misma. También suenan fragmentos de tiempos pasados, con Parker, con Mulligan, con los grandes de la West Coast. Hay quien prefiere la primera trompeta de Chet en los 50 a las últimas de los 70-80. Yo no. Yo prefiero todas. O no prefiero ninguna. Como se quiera. La que toca con dientes y la que toca con otros dientes. ¿Obvia decir que suena el My funny valentine? De ahí, todos los clásicos.

Me gusta el uso y abuso de los primeros planos de esta película. Me gustan las mujeres que salen en ella. Me gusta la foto de la película. Me pregunto si a Chet Baker le dio tiempo de verse en pantalla.

The Miles Davis story: So what?

The Miles Davis story: So what?

The Miles Davis Story. The definitive look at the man and his music. Yo no sé si ésta será la definitiva mirada a la persona de Miles y por ende (indisoluble más que nunca la dicotomía) a su música, pero ver solamente la cara de Miles en los muy jodidos para él años 80, oír su voz rota por todo y por nada (siempre tuvo la voz raspada en su habla) y ver cómo él sabía que en cualquier momento la cuerda que le sostenía sin red se le iba a romper, produce eso, entre congoja, compasión y respeto. Lo que tampoco sé es por qué orden.

 

El documental es inglés y lo dirige un desconocido Mike Dibbs. El documental cuenta con el testimonio de músicos vivos que tocaron con Miles. Ron Carter, Joe Zawinul, Corea, McLaughlin, Bill Evans (saxo), Marcus Miller, Jack Dejonhette. También habla su primera mujer, su segunda, sus hijos. El retrato es musical y también está el humano. Del musical ya hablaremos ahora. Del humano...

 

Pasiones de un hombre

 

Miles no era un tipo precisamente recomendable. Fuertemente misógino, mal padre, mal esposo, Miles era un auténtico hijo de su madre. El primero que lo decía era Miles. Precisamente el amigo con el que todos nos juntamos en la escuela no era. A no ser que uno fuera de carácter como el Príncipe de las tinieblas. Era difícil, el tío. Las mujeres que lean esto podrán comentar o no si era un seductor. Miles gustaba del sexo a raudales y era su pasión al margen de las blue notes. La primera vez que vino a tocar a Europa se enrolló con Juliette Greco. Eso sí, a las esposas que tuvo las amó mucho y bien. Dan fe de ello, hasta que Miles se cansaba de ellas.

 

Miles tuvo otra pasión casi toda su vida. Y la verdad que le pasó factura, hasta el punto de depender de la heroína y la cocaína y las pastillas para poder soportar el ritmo vital y musical que se había impuesto. No lo dejó, hasta el momento de su muerte de parálisis cerebral, Miles estuvo metido hasta las narices en la toxicomanía. No fue capaz de dejarla, menudo era, él, para que alguien le derrotara. Mal asunto.

 

Me gustan las fotografías que salen en la película. Miles era un filón para los fotógrafos, aún si Miles se ponía de espaldas a tocar en el escenario. Miles era un niño bien, el padre de Miles era cirujano dentista y a Miles no le faltó nunca nada. Ni los estudios musicales.

 

Miles ahead 

 

Hablemos de música. Hablar de la música que suena en la película es hablar en vano, por cuanto la música que suena en la película abarca la historia de la música negra de la segunda mitad del siglo XX. Miles y su influencia. Si vemos a Miles, tenemos que ver por cojones a Parker, a Coltrane, A Dizzy, a Wayne Shorter, Bill Evans (piano), Gil Evans, escuchamos All blues, Miles, el adagio del Concierto de Aranjuez. También a Jimi Hendrix, quien para Miles ocupaba un lugar de primera categoría en el universo de la música negra. Cuando se inventa el nacimiento del Cool, Miles trabaja con músicos blancos en su mayoría. En el documental se dice que Miles no era racista pero alude constantemente que no soporta que los blancos suplanten la música de los negros, en jazz o en otro estilo. También se dice que a Miles le daba igual el color de la piel de sus músicos. Spike Lee sale en el documental porque al final de la vida de Miles le dirigió un video clip. Miles grabó con raperos también: el Doo bop con Easy Mo Bee. Hay una frase que me gusta del biógrafo Ian Carr, y es que Miles no dejó de mirar al pasado, pero siempre mirando hacia delante. La etapa electrónica no es mi preferida de Miles, pero algún día me pondré con ella, empezando con el Tutu. Porque también en Tutu lo que sobresale es lo que sale de su sordina. También dice McLauglin, creo, que aún en estos últimos discos, la trompeta de Miles suena igual que en los tiempos primeros de la Columbia Records. Y tiene razón el hombre, tiene razón.

 

Si algo me gusta del documental es que no pretende mitificar más el mito. El mito está ahí, a la vista de todos, y al oído también. Viene bien saber de la parte oculta del mito para comprender mejor muchas de las cosas que luego asoman a la superficie. No esconde ni edulcora que Miles se pasó 5 años hasta llegar al año 80, en que volvió a grabar, todavía montado en el caballo.

 

Los últimos años de su vida también los pasó esnifando y pintando. Miles descubrió una vena artística alejada de la sordina. ¿Que si tiene algo que ver con Picasso? “No sé, quizá en el modo en que modifico la música. Sí, se puede decir así, pues yo la modifico de verdad”.

 

Al menos vivió la vida como él quiso siempre, en todo momento.

Shadows: Corazones negros

Shadows: Corazones negros

Cassavetes y los negros, en los años 50. Sin topicazos, al estilo underground y con la cámara encima del hombro. En aquellos años. El genuino sabor cassavetiano dando de morros al establishment de Hollywood con una película diferente. Dura, descarnada. ¿Alguien conoce a estos actores? Pues lo son y con letras mayúsculas. Y encima la música es de Mingus. Y que no hay guión. Y que todo es improvisado. Y que la fotografía también es morrocotuda. Y que viva el B/N. Y que me gusta que se diferencien las sombras, y que se noten, y que todo sea de noche. Y que viva Cassavetes y la madre que lo parió.

 

Es que Cassavetes para mí, y ahora que no nos oye nadie, es el mejor director de cine puro de la historia del cine.  De Cassavetes en el año 59 se conocían sus papeles casi siempre secundarios en películas más o menos conocidas. Después de Shadows, la gente casi tampoco conocía más que los papeles casi siempre secundarios en películas más o menos conocidas. Porque películas por el dirigidas, por un puñado de dólares, como este Shadows, la vieron los cuatro gatos que salían de noche a las sesiones round about midnight. O sea, una ruina. Tuvo que ser con películas como Una mujer bajo la influencia o Opening night cuando a Cassavetes se le empezaran a reconocer los méritos como director. Y ya, cuando John Cassavetes se murió a  finales de los 80, entonces sí, ahí sí que se le empezaron a reverdecer los laureles ya marchitos de sus películas. Y por supuesto a decir que Shadows y Faces eran dos iconos de la filmografía underground de la historia del cine.

 

Aquí sólo voy a hablar de Shadows por una razón bien sencilla. Porque en Faces, para mí la mejor película de la historia del cine, y perdón por la boutade, no tiene jazz. Bueno, Faces no tiene jazz en la banda sonora, porque ella sola es jazz en estado puro, y, si no, ved Faces y luego me contáis. Entonces hablo de Shadows. Shadows cuenta la mala vida que se ven obligados a afrontar tres (ella y dos hombres más) hermanos negros del Nueva York de los años 50. Los actores que los encarnan son actores de la compañía de teatro de Cassavetes.


No creo que Cassavetes se inventara la cámara al hombro, pero como estilo cinematográfico fue el que le dio carta de naturaleza. Dogma y sus chicos pueden dar fe de ello. Dios guarde al inventor de la cámara al hombro. También me gusta que Shadows se vea sólo la noche. Como que las sombras son más verdaderas del fiel reflejo de la personalidad de uno. La luz a veces miente. La vida de los tres hermanos transcurre de noche. Uno de ellos es cantante sin suerte; la hermana conoce amores también cuando las brujas celebran su hora preferida. El otro hermano es un hipster típico amante del jazz y la sub-cultura de la noche. Relaciones interraciales, desventuras de artistas con desdicha, la fotografía en B/N que lo resalta todo con la cámara al hombro. Fotografía en B/N acojonante que diré que es obra de Erich Kollmar.

 

Y sí, la mayor parte de la película está improvisada. Así lo recuerda uno de los letreros finales. Mientras asimilamos que la película, por extraño que pueda parecer, ha sido una improvisación, suena el jazz.

 

El jazz es de Charlie Mingus. Como el que no quiere la cosa. Ya puestos, Cassavetes elige a uno de los músicos más radicales en su percepción de entender la música negra americana. El saxo tenor de los solos que inundan las calles de Nueva York es un desconocido para muchos, incluido para mí antes de ver hace diez años la película, que se llama Shafi Hadi. Shafi Hadi era componente habitual de los grupos de Mingus en aquellos años. No voy a repetir que esta película tiene ritmo de jazz en sus entrañas, como Faces. Pero aquí en Shadows hay jazz además en la banda sonora.

Era imperdonable que todavía no hubiera hablado yo de Shadows, de Cassavetes y de la madre que lo parió.

El libro de la selva (1967): Jungle Rhythm

El libro de la selva (1967): Jungle Rhythm

El libro de la selva es una película genial. El libro de la selva la hicieron en Disney cuando ya no existía Disney. El libro de la selva puede que no tenga sombras en los cartoons. El libro de la selva tiene unas canciones que alguien por ahí diría que son de las que sirven para alegrarte el día. En El libro de la selva hay jazz y scat, por lo menos cantan con ritmo de jazz. En El libro de la selva canta Louis Prima, que era un cachondo mental. Y a mí me encanta oír scat. El libro de la selva es una maravilla.

 

Sí, puede que los tiempos hubieran cambiado, las formas de hacer dibujos otro tanto y la crisis llegado a las factorías de la animación. Congratulémonos, todavía no había llegado la era de ordenador (resulta entrañable echar la vista atrás y creer que habíamos alcanzado al ya no va más con el engaño a Roger Rabbit) Porque el Robin Hood no lograba la calidad mínima esperada. La dama y el vagabundo quedaba lejos y ya no digamos el mentiroso de Pinocho o la mala y malvada madrastra. El libro de la selva fue como un soplo de aire fresco. La materia prima estaba ahí de la mano de los textos del enorme Kipling. El, en otras ocasiones, avasallador y sentimentaloide filtro Disney parece que aquí se toma un respiro.

 

Papá Disney ya no estaba entre nosotros o quizá lo está aún entre el hielo, pero el caso es que la calidad media de la factoría que legó bajó después de su muerte. Aunque todavía supervisada por el mismo Walt Disney, El libro de la selva se estrenó tras su muerte. Y casi es la excepción a las películas producidas tras 1966.

 

La pantera Bagheera y el oso Baloo se encargan de la educación personal y musical de Mowgli, un niño abandonado en la selva y empeñado en continuar viviendo entre animales. Hay elefantes que guardan muy bien el paso militar, un rey la mar de espabilado y rumboso y mucha monería. Y también plátano.

 

Hasta te da igual oír las canciones traducidas, cosa que no es delito, pero sí lo sería no escuchar la voz genial de Louis Prima, el mítico swinger-man que da voz al simpático rey Louie. Sí, las dos canciones famosas en las que baso que esta es una película con jazz. Puede que sean dos de las canciones (buenas) más pegadizas que he oído en mi vida. Confesad, habéis marcado el compás con el pie al oírlas también. Las canciones son composiciones del dúo habitual de la casa, Richard y Robert Sherman. El I wanna be like you es la que canta Louis Prima. The bare necessities es la primera de las dos que suena y es un acierto que  las arreglaran a ritmo de jazz.

En cualquier caso, se trata de una película altamente recomendable. Sobre todo, en caso de que se quiera pasar más que un buen rato y si ha terminado un mal día. Yo casi me llevé una sorpresa al ver que El libro de la selva era una película tan maja. Te olvidas de todo cuando ves El libro de la selva. Y también te olvidas de que en Disney ya no hubiera sombras.