Rebeldes del swing: Jazz über alles
Alemania, primeros años 30. Hitler fascina a casi todos los alemanes y el jazz a unos pocos chavales imberbes. A estos chavales imberbes les gusta escuchar a Benny Goodman, a Duke Ellington y a Django Reinhardt. Lo malo es que a los que les fascina Hitler y al mismo Hitler no le gustan ni los judíos, ni los negros ni tampoco los gitanos. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿No les gusta el jazz o no les gusta el jazz porque lo inventaron los negros y lo tocaban blancos judíos o gitanos?
Son tres amigos adolescentes los que se pasan como pueden los discos del vinilo prohibido. Robert Sean Leonard, Christian Bale y Frank Whaley. Unidos por el jazz, Alemania les tiene preparado un futuro de raza aria y blanca en las Juventudes hitlerianas. Lo cual no será óbice para que crezcan a hurtadillas entre la libertad del ritmo sincopado del swing y las grandes orquestas, verdaderos vientos de libertad procedentes de Norteamérica. Los rebeldes y el swing.
Adiós, inocencia, adiós
Pues es una historia cierta y verdadera. Estos swing kids existieron. Se trató de un movimiento más o menos contestatario, más o menos subversivo (todo lo que les dejaba la aplastante e intolerante apisonadora nazi) que se concentró en la ciudad alemana de Hamburgo. Los rebeldes se dejaban pelo largo, eran anglófilos perdidos, llevaban bombín y sacaban el paraguas aun cuando hubiera días de sol.
Pero uno de esos días llega el momento en que el hombre tiene que empezar a ser hombre: las juventudes hitlerianas llaman a sus puertas. Dos de los tres amigos (Leonard y Bale) se alistan. El tercero nunca podría ser un joven de Hitler: el tercer amigo es un lisiado, cojea de una pierna y eso, amigo, está mal visto en el reino de los arios perfectos. Lo pasará mal este chico. Las características de este tercer personaje es un hermoso homenaje a Django Reinhardt. Django Reinhardt es el ídolo del personaje lisiado y a Django se enmraca dentro de la categoría de lisiados varios: los dedos mutilados de Django, mano izquiera en el mástil. Pero ya sabemos que a Django eso le importaba un pimiento.
La película es de 1993. El director es Howard Carter, un asiduo de la televisión que prácticamente no ha vuelto a hacer más cine. Además sale Barbara Hersey, una de las mejores actrices que hay en América. Sin más. De jefe nazi sale Kenneth Branagh, competente en su papel de nazi. En la película, Branagh intenta beneficiarse de Barbara Hersey, a la sazón madre del personaje de Robert Sean Leonard. Leonard comete un pequeño delito pero la intervención de Branagh atenúa su previsible castigo. Todo por el amor de su madre.
La historia, en si, no abandona en demasía la convencionalidad. Tiene unos números de baile espléndidos, la música. La relación de los amigos se sigue con agrado y el personaje de Christian Bale sufre una interesante transformación cuando conoce las verdades del Mein Kampft. Correcto todo. Hablemos de la música.
Música tabú
Lo dicho. Aparte del homenaje a Django Reinhardt, suena Django Reinhardt, Count Basie, Duke Ellington, Benny Goodman, Jimmie Lunceford, Louis Prima. El jazz prohibido. Pero aquí aparte el jazz lo bailan, cosa que no deberá extrañar: el jazz, cuando se inventó, se inventó para bailarlo. Algunas de las piezas son recreaciones de orquesta llamémosles del estilo neo swing del mismo año 93. Quiero decir que no siempre las bandas originales. La música incidental es de James Horner, pero aquí estamos para hablar de jazz.
Y el jazz bailado lo bailan muy bien. Los actores bailan, aunque canta un poco, como en muchas películas en las que teóricamente son todos aficionados rasos de la calle, canta un poco, digo, que todos bailen la mar de bien. Muy profesionales, vamos. Miembros de algún ballet, me explico.
Película simpática, entretenida, Swing kids, que se deja ver, pero que, puestos a elegir, sobre todo se deja oír. La película te la ves y te compras el CD.
3 comentarios
marcio -
al -
Erradizo -
Gracias de nuevo.
saludos