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Cine y Jazz

Jazz on a summer's day: Un verano con jazz

Jazz on a summer's day: Un verano con jazz

Tras Newport 56, es decir, tras que Duke Ellington pusiera patas arriba el festival que George Wein organizaba en la ciudad costera de Rhode Island, Atlántico norteamericano (el solo de Paul Gonsalves, Diminuendo and crescendo in blue) al fotógrafo de moda Bert Stern (famosas últimas sesiones fotográficas de Marilyn) se le ocurrió filmar dos años después la cita jazzísitca por autonomasia en busca de emociones fuertes, por si acaso se venía debajo de nuevo el público que acudía al festival. No sucedió así en esta edición de 1958, por lo menos así lo cuentan las crónicas y así he podido verlo en el citado documental. Firmado al alimón por Stern y por Aram Avakian, también fotógrafo y postrer director un poco maldito, pero hermano del productor de jazz George Avakian. Les supongo a ambos, Stern y  Avakian, amantes del jazz y de ahí la realización de est documental.

Mil, más fotografías podrían sacarse de esta película y casi no es hipérbole. Los primeros planos de los artistas encima del escenario dan fe. Cámara fija en muchos momentos para retratar a Anita O’Day, Louis Armstrong o cualquier solista que apareciera por ahí. Porque artistas y muy buenos hay en esta escasa hora y veinte minutos. Louis, Anita, pero también Gerry Mulligan, Thelonious Monk, Dinah Washington o Sonny Stitt. Y Mahalia Jackson, quien se encarga de cerrar brillantemente la película. Incluso hay cancha para gente como Chuck Berry o Big Maybelle.

Faltan figuras que participaron ese año, y quizá por motivos contractuales no aparecieron en el film nada menos que Ella Fitzgerald y Billie Holiday. Aún así, con lo que presentan los directores, dan ganas de acudir allí y de escuchar más de un tema por artista. Sólo a Louis y a Mahalia los directores les “dejan” más de un tema. A lo largo de varios días se sucedieron las actuaciones, julio del 58, jazz en unos días de verano. Al tiempo que escribo esta reseña, 53 años después. Ésa puede ser la pega, sí, que se oiga más de los conciertos, pero para eso el documental sería de un metraje harto superior.

Igual no fue la mejor edición de un festival de jazz, pero lo que es seguro es que lo que se ve y lo que decidieron incluir está muy bien filmado (otros documentales musicales pecan de enseñar sólo la actuación sin más adhesivos visuales o fuera del concierto) y que uno se lo pasa realmente la mar de bien. Ese rostro sudoroso de Louis o el silencio, la contemplación del público que asiste al último tema de Mahalia Jackson, merecen muy mucho la pena.

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