Kansas City: balas sobre la ciudad del pájaro
La ciudad de Kansas, la Kansas City de toda la vida, mediados los años 30. Por toda la ciudad se anuncia el evento: duelo a tenor partido el Hey Hey Club entre los dos grandes del momento, Lester Young y Coleman Hawkins. Hasta que el cuerpo (y el alcohol) aguante. Los músicos afinan sus instrumentos. Entre bambalinas, el gangster negro Seldom Seen y sus secuaces ajustan más que las cuentas. Entre el público que se agolpa a la entrada, un chaval imberbe al que algunos llaman Charles y otros llaman Parker.
La acción se desarrolla en el momento justo y en el lugar adecuado. Kansas City vive el apogeo de bandas como la de Count Basie, surgidas en los años 30 en el centro del mundo del jazz. Atrás quedó Nueva Orleans, Chicago. Y luego será Nueva York, pero ahora nos centramos en Kansas. Lester y Hawkins se disputan el trono del jazz.
Ciudad sin ley.
El hilo argumental de la película es otro bien distinto. Y ahí es donde entra de lleno una de las pocas visiones particulares que ha conocido Hollywood en los últimos 40 años. El cine de Robert Altman. Jennifer Jason Leigh, joven novia de un ratero, secuestra a la mujer de un influyente político para que éste logre liberar a su novio, capturado por una banda de gansgters que capitanea el dueño precisamente del local de la lucha de los dos tenores. O sea, que como vamos a visitar en bastantes ocasiones el club, escucharemos porque sí, queramos o no, jazz del bueno.
Altman, que nació en Kansas City, se sirve del jazz (como en su día se sirvió del country en su fenomenal Nashville) para crear otra de sus típicas películas corales con insano humor y bastante mala baba. Un poco de corrosión no viene mal de vez en cuando. Si Altman elige alter egos en sus filmes, éste sería sin duda en Kansas City el personaje de Jennifer Jason Leigh, llamado acertada e intencionadamente Blondie, pícara muchachuela de los bajos fondos con aspecto de mojigata pero con las armas que la necesidad y el momento le deparan: tirar p’alante con un poco de mala leche.
El personaje de Blondie, con la cual Altman hace en un momento dado un precioso homenaje a las rubias platino tipo Jean Harlow. Pero también está el de un recuperado y sorprendente Harry Belafonte en el papel de Seldom Seen, peligroso dueño de un club (cosa habitual en aquellos años) en el que no sólo domina el lenguaje del jazz. Capo al que no le temblará la mano a la hora de apretar un gatillo, o de mandar que lo aprieten.
A mí Kansas City me gustó. Sé lo que puede dar el cine de Robert Altman, sus formas y sus tics (Altman era de los pocos directores que usaba todavía el zoom sin fines paródicos) Sé que tiene películas mejores; y no por que haya jazz me tenga que gustar sí o sí la película. A partes iguales son razones el cuerpo de Jennifer Jason Leigh, un saxo tenor a tempo de balada o la marca de los puros que se fuma Harry Belafonte. No lo sé.
Jóvenes leones vs. Swing
El jazz que acompaña a la historia es una magnífica banda sonora y el aspecto más logrado de la película. Para obtener un mayor grado de verosimilitud se reclutó a los mejores exponentes de la nueva hornada de jóvenes leones de los años 90 para que dieran vida a los músicos genuinos de la época dorada del swing. Así, el dúo Lester Young-Coleman Hawkins está (re)encarnado por Joshua Redman y James Carter. Pero aún hay más.
En la banda que da apoyo al par de dos se sientan Jesse Davis, Don Byron, Nicholas Payton, Craig Handy, Cyrus Chestnut, Russell Malone, Mark Whitfiled o el cantante Kevin Mahonagy, algún veterano como David Murray o Geri Allen y algún histórico como Ron Carter. Es una gozada ver a tanto buen nombre reunido para la ocasión y es un deleite para el ultra del jazz adivinar quién es quién entre plano y plano y descubrirlos al final de los títulos de crédito. ¿Temas? Pues Moten swing, Tickle toe, Indiana, I surrender dear, Yeah man... Todo lo que se le podía exigir, y un poquito más, a un músico de, o que se diera una vuelta por, Kansas City a mediados de los años 30.
Cuidado que ahora viene un spoiler.
Realmente no lo es, pero cuento algo del final. Es la última escena, el último plano. El local, ya vacío. Un dúo de contrabajos, Ron Carter y su discípulo aventajado Christian McBride, el clarinete de Don Byron y la batería de Victor Lewis. Mientras (ahí viene el spoiler en sí) Harry Belafonte, a la sazón Seldom Seen, el capo de la mafia negra de Kansas, realiza un recuento de las deudas cobradas y saldadas. Mientras, el joven Charles, ese joven Parker, dormita soñando acordes imposibles después de haberse bebido una noche entera de jazz en una jam session de un peligroso club de su ciudad.
4 comentarios
Félix -
Alvy Singer -
Olvido -
Félix -